Hola amigo
mío:
Te escribo esta para darte las gracias por los gratos momentos que pasamos
juntos ese día en que nos encontramos en el bar, el que está en la esquina de
la
plaza del pueblo en que vives.
Después de irme, me propuse que a la menor
oportunidad volvería y recorrería las calles recordando viejos momentos.
Te
diré que el pasado fin de semana de Enero, así lo hice, sería alrededor de las
siete y media de la tarde cuando como te decía, paseándo por la plaza, os ví.
Estábais sentados, tu señora esposa, tus dos hijos y tú, alrededor de esa mesa
que ese bar suele instalar bajo el portal,
me iba a acercar a saludaros, pero
al veros allí juntos, disfrutando de unos refrescos,
tú en realidad leyendo un
periódico,
tu señora esposa a la que recuerdo con cariño,
aunque no la conozco,
cuidando que uno de tus retoños no derramara el refresco y manchara su ropa,
mientras el otro, estaba muy bien sentado, atento a tí.
No me acerqué, pero me
senté en un banco frente a vosotros, de los que suelen estar instalados
permanentemente alrededor de la plaza,
y quedé embelesado, admirando la hermosa
familia
que componíais.
Y entonces vinieron a mi mente recuerdos de cuando al salir del
trabajo, nos reuníamos en ese mismo bar,
y tu nos relatabas lo mucho que
querías a tu esposa,
y lo mucho que ella te quería, de como ella,
al llegar tu
a casa ya tenía la cena servida y a punto para que tu te deleitases
saboreándola,
de como amorosamente te planchaba las camisas,
incluso se ocupaba
de darles apresto,
y nos contabas de como brillaba el suelo de tu hogar, y
lógicamente siempre dispuesto tu programa favorito de deportes en la
televisión.
También recuerdo que nos decías, que tenía los ojos mas hermosos
que tu habías visto en tu vida, que de ellos y de sus labios carnosos y tiernos , era de los
que te habías enamorado.
Esos mismos que a la luz de la farola que bañaba
tenuemente la superficie de la mesa, y que por rara casualidad despedía, como
si de un espejo se tratara, un fino haz de luz blanquecina posándose a un
costado de su boca, precisamente en la comisura de sus labios, y comprobé, que
lo que tú nos habías dicho era cierto.
Labios tiernos y carnosos,
"probablemente" por efecto del reflejo de esa luz ya mortecina noté,
que la parte izquierda de su boca, la que constantemente cubría con su mano,
era un poco mas carnosa.
Incluso pude vislumbrar, (en un momento en que retiró
su mano) que un hilillo de algún líquido oscuro, (sería parte de la bebida) iba
recorriendo desde su boca a su barbilla un camino lento y sinuoso, (como un
río, buscándo... como queriéndo encontrar un acantilado lo suficientemente
profundo donde poder verter el arrollador caudal de que se componía),
solo que
me pareció (imaginaciones mias), que ya conocía el camino, posandose suavemente
en una palpitante vena que en su fino cuello se agitaba entrecortadamente,
como
gimiéndo, como implorando, como diciéndo:
"Abre tus puertas por favor, que
yo no tenía que haber salido".
También recuerdo que con orgullo nos
decías, que tus hijos eran tu vivo retrato, despiertos, traviesos, siempre
jugando, inquiriendo de ti cualquier duda que podía aquejarles,
"Papá.
¿Porqué los pájaros vuelan?.
Papá. ¿Porqué el cielo es azul?.
Papá. ¿Porqué la
lluvia moja?.
Papá. ¿Porqué los perros no hablan?.
Papá. ¿Porqué tu eres grande y yo tan pequeño?)".
Papá. ¿Porqué.....?.
Por eso también me sorprendió verlos sentados,
tan quietos, casi sin moverse de
sus sillas,
cualquiera diría que eran los niños mejor educados de los
alrededores.
Cuando ya estaba a punto de marcharme, algo me detuvo,
vi que
dejabas el periódico a un costado,
y con un gesto "protector",
me
recordó de cuando me dabas consejos (era joven yo), de como se debía amar a los
hijos.
Como te digo, vi que alargabas tu mano, y con la palma de ella abierta
la posabas "cariñosamente" en la mejilla de tu hijo el mayor,
éste,
seguramente acostumbrado a tus caricias,
no cogió tu mano y la apegó mas aún a
su mejilla, como lo suelen hacer mis pequeñas cuando yo las acaricio.
Si no que
giró su pequeña cabecita,
y al hacerlo me encontré con su mirada. ¡Qué ojos mas
hermosos!...
Jamás había visto ojos tan negros y tan profundos...
Que lástima
que durara un par de segundos, por que sin saber como,
vi algo como un
relámpago. ¡No!.
¡Un huracán! que apareció de la nada, y envolviendo
a
tu retoño en algo que parecía como un escudo,
se interpuso entre tu mano
"acariciadora" y la mejilla roja ya,
No pude saber lo que pasó después,
por que en ese
momento se acercaron a mi los tres tesoros de mi vida,
(mis dos pequeñas y mi
amada compañera),
esa compañera que elegí para mis tiempos felices, pero que
jamás me ha dejado solo en los tiempos de dificultad.
Por que ya sabes amigo
mío, que mi economía nunca ha sido tan boyante como la tuya,
pero como te decía
yo en esos tiempos,
"solo quiero una familia a quien amar".
Ahora me
despediré de ti, deseándote tranquilidad en tu vida y una muy pronta
recuperación del desgraciado accidente, (lo supe por el periódico) en que
perdiste tus manos.
Agradeceré toda mi vida el haberte conocido,
si no es por
ti, padre amoroso con tus hijos, amante compañero de tu amante compañera,
trabajador incansable, si no es por ti reitero, no habría encontrado los
tesoros que tengo.
P.D.
La otra tarde fuimos, mi compañera, mis hijas y yo al
parque, y nos encontramos con tu señora esposa junto a esos preciosos hijos que
tenéis,
estuvimos casi hasta el anochecer jugándo, riéndonos, saboreándo unos
helados, y mientras tendidos en la hierba charlábamos de lo bonito que es
vivir, y de lo justa que es a veces la vida,
y por fin... si, después de tanto
tiempo, pude ver esos profundos ojos negros, esos labios carnosos que siempre estaban dispuestos a besar a los pequeños, esos, de los que tú... amigo mío... un
día te enamoraste.
Y vi, como tu hijo... el mayor, viva imagen tuya,
alargaba
su bracito y con la palma de su mano abierta, acariciaba con protectora
ternura, la mejilla de su hermanito pequeño,
y éste, con su mas pequeña manita,
cogía la de su hermano mayor, y la apretaba hacia su mejilla...
igual como
hacen las mías cuando las acaricio yo.
Otra Post Data:
Estos veinte minutos que
he tardado en escribirte esta carta, es el tiempo que no he estado junto a mi
familia.
Como tu comprenderás, (ya que así tu me lo enseñaste),
he decidido
nunca mas perder esos preciosos minutos en algo que como puedes ver,
al final.... no tiene ninguna importancia. .
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